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Multiplicador de horizonte

MULTIPLICADOR DE HORIZONTES, Dueto entre Wilko v. Prittwitz y Funámbulo Art.

Pudiera verse e interpretarse como una exposición compartida entre dos artistas y amigos íntimos que llevan más de 30 años tratándose, cuyo tema común es el mar. Sin embargo, quien conozca en profundidad a los autores de esta veintena de obras cada uno, sabrá perfectamente que el trasfondo conceptual va mucho más allá de unas marinas. El contraste, que no antítesis, entre ambas improntas se puede gozar si partimos de los rasgos comunes de las inquietudes de ambos artistas. Por una parte, tenemos los horizontes precisos sobre los yermos paisajes de las olas de los mares ignotos que nos presenta Wilko, y por otra parte, tenemos los horizontes como fondos para subrayar los diedros tierra y cielo en la escenografía de los plotters de la serie Cap de Creus de Funámbulo, en donde explaya gran imaginería daliniana a partir de los matices de las rocas de aquella recortadísima costa.

La intención común de ambos es humanística, Wilko nos quiere recordar que el mar es lo único inexplorado por la ambición depredadora del capitalismo y, sin embargo, amenazado. Nos recuerda lo esclavizados que estamos ante los avatares de la condición humana, y sigue con su insistencia en recordarnos el fluctuante valor del dinero y para ello se vale de la mirada codiciosa de los especuladores sobre las infinitas posibilidades de observar los horizontes del mar.
Por su parte, Funámbulo viene a decir más o menos lo mismo pero con un lenguaje quizás más elíptico, nos recuerda la premisa de Gillo Dorfles de que “la naturaleza es artificio” y todo cuanto aún no haya sido explorado, caerá pronto a la misma condena del instinto de acotación del depredador humano.
Para ambos mensajes comunes, estos artistas se sirven de obras en las que aparecen billetes recortados, pegados con monedas y letras de cambio. Nos recuerdan cómo cambia de valor el dinero si se le despoja de su condición original mercantil y lo hacen formar parte de una obra de arte, porque al igual que el valor de la moneda cambia, se supone que el valor de la obra gana con el tiempo, así como gana valor la divisa en el mercado bursátil.

Wilko así lo sintetiza con el gran mural aún en proceso de ejecución en que una santísima trinidad encarnada en la contemporaneidad donde el propio pintor se autorretrata, los tres personajes están en una espaciosa celda que recuerda a las de anquilosados trazos de Francis Bacon, ante un horizonte inabarcable en inagotable panoramio para la óptica del espectador. Y para reforzar la frontalidad del tema, ofrece un plano de cuadro imaginario sobre el que clava y pega abalorios y billetes.

“Fueron dos, se juntaron
cuando nadie recuerda los colores
de las sombras en jura que acordaron
como meros actores.

Se juntaron con sol y sal previstos
desde los horizontes del apego común,
y lo vieron,
anáfora de días,
de olas,
de gritos,
o mística perenne.”

© Fernando Fiestas

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